El jamón de Guerrita
Cuando todavía se usaba la antigua Plaza de Toros de Madrid, mucho antes que la Monumental de las Ventas, su empresario convocó al tercer califa cordobés, Rafael Guerra Guerrita, con la pretensión de contratarlo para una corrida muy seria. Don Indalecio Mosquera, que así se llamaba el contratista, consideró excesiva la cantidad que le propuso el torero y exclamó con desdén: Sí, Rafael, y un jamón. No se pusieron de acuerdo, pero al año siguiente de nuevo quiso Mosquera contar con el célebre matador y le dijo que aceptaba pagarle el dinero que pidió. Guerrita, hombre archiconocido por sus frases lapidarias, le contestó como buen Séneca: Don Indalecio, ese dinero y también un jamón, como usted mismo afirmó.
Aquella temporada El Guerra cobró por cada una de sus corridas en Madrid unos miles de pesetas y un hermoso pernil de jamón serrano. Muchas fueron las salidas más que chocantes de este astro inmortal de la tauromaquia de comienzos del siglo XX, en la época previa a la dorada protagonizada por Joselito y Belmonte.
No menos chocantes son las andanzas de los políticos y en esta ocasión me refiero a los resentidos del Gobierno de este país, antes llamado España. Como no quieren que la gravedad de la crisis centre los debates han aprobado, entre otros asuntos, un amplio programa de reformas jurídicas y sociales que se desarrollará durante toda la legislatura y que ya tiene garantizada la polémica, a pesar de las buenas intenciones de Mariano.
Una amalgama de reformas que se va a convertir en el coladero por el que introducir la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Esta reforma, anunciada por la ínclita De la Vega, tendrá su borrador a mediados de año, Dios mediante, pero ya se conocen algunos de los puntos. Por ejemplo, existirá un observatorio sobre el pluralismo religioso a nivel local, autonómico y estatal.
Igualmente se formará debidamente en materia de libertad religiosa a los agentes públicos como policías, fuerzas armadas y facultativos sanitarios. De la Vega no ha hecho más indicaciones y tan sólo ha afirmado que se hará desde el máximo consenso. Todos sabemos lo que esto significa. Se trata, entre otras cosas, de equiparar a la religión católica con la musulmana y sacar de la vida pública los símbolos cristianos.
Soy de los que está convencido que desde la atmósfera hacia arriba sólo está el Universo y que la religión es un asunto mundano que alegra a los pacíficos creyentes y envilece a los integristas. El Gobierno ZP confunde ateísmo con anticatolicismo, se ofende con los crucifijos mientras tolera los símbolos de dominio machista, persigue los ofensivos Belenes al tiempo que cede suelo público para la construcción de Mezquitas, bromean con el catolicismo que a la vez que muestran todo su respeto por el Islam.
Todos debemos respetar al Islam y las otras confesiones que quepan dentro de nuestra legalidad constitucional, pero por encima de todo nadie puede minimizar el papel de la Iglesia Católica en España (con perdón), aunque sólo sea juzgándola por su trabajo social y sin entrar en otros credos.
Sabemos la que se viene encima con sólo analizar que en la España de ZP es impune un juez que por omisión desencadena un crimen mientras que otro que ralentiza una adopción para homosexuales es crucificado en la plaza pública. Excepto para los políticos que viven de ella, ¿es ésta la mejor democracia posible? Sí, y un jamón.